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Barack Obama, Moshe Dayan, Ho Chi Mihn, Valentina Terechkova, Kissinger, Platón, Isabel la católica, Leónidas Breznev, Nat Turner, William Blake, Johann Pestalozzi, Chico Mendes, Rafael del Riego, Champollion.
¡Qué extraña máquina es el hombre! Usted le mete pan, vino, pescado y rábanos, y salen suspiros, risas y sueños.
Ama al hombre, pues él eres tú.
Cuanto más potentes son el alma y la carne, más fecunda es la lucha y más rica la armonía final.
Cuantos más demonios hay en nosotros, más posibilidades tenemos de convertirnos en ángeles, porque los ángeles no son sino demonios arrepentidos.
El corazón del hombre es un abismo de víboras, de sapos y de cerdos. ¡Vacía tu corazón para que se aligere!
El decir las cosas a medias, ser bueno a medias, es causa de que el mundo ande a tumbos hoy en día. Marcha derecho hasta la meta, mísero hombre, pega fuerte, sin miedo, y vencerás. ¡Dios detesta mil veces más al semidiablo que al archidiablo!
El infierno y los demonios no están en el fondo del abismo de la tierra sino en el corazón del hombre, inclusive del más virtuoso y del más justo.
El sentido de las palabras arte, amor, belleza, pureza, pasión, me lo estaba aclarando este obrero con las voces humanas más sencillas.
Los hombres, vistos desde mi soledad, aquí, no se me presentan como hormigas, sino, por lo contrario, como enormes monstruos, dinosaurios y pterodáctilos, que viven en una atmósfera saturada de ácido carbónico, entre una espesa podredumbre creadora. Una selva incomprensible, absurda y lamentable.
No debemos amar a los hombres, sino a la llama que no es humana y que los hace arder. No debemos luchar por la humanidad, sino por la llama que transforma en fuego a esta paja húmeda, inquieta, ridícula, a la que llamamos Humanidad.
Qué difícil, qué extremadamente difícil para el alma separarse de su cuerpo el mundo: de montañas, mares, ciudades, gente. El alma es un pulpo y ésos son sus tentáculos... Ninguna fuerza sobre la tierra es tan imperialista como el alma humana. Ocupa y a su vez es ocupada, pero siempre considera demasiado estrecho su imperio. Sofocándose, desea conquistar el mundo para respirar libremente.
Viajamos, recorremos tierras, surcamos aguas, y a la postre no hemos asomado las narices fuera del umbral de nuestra casa.
Nikos Kazantzakis (1883 - 1957), escritor y filósofo griego.