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Barack Obama, Moshe Dayan, Ho Chi Mihn, Valentina Terechkova, Kissinger, Platón, Isabel la católica, Leónidas Breznev, Nat Turner, William Blake, Johann Pestalozzi, Chico Mendes, Rafael del Riego, Champollion.
Todos los revolucionarios carecen de humor y ésta es la causa principal de su fracaso.
Oswald Spengler (1880 - 1936), filósofo e historiador alemán
Los oprimidos han de ser el ejemplo de sí mismos, en la lucha por su redención.
No es en la resignación en la que nos afirmamos, sino en la rebeldía frente a las injusticias.
Paulo Reglus Neves Freire (1921 - 1997), pedagogo, educador y filósofo brasileño.
La revolución es una época para histriones. Todos los gritos sirven, todas las necedades tienen valor, todos los pedantes alcanzan un pedestal.
Pío Baroja y Nessi (1872 - 1956), escritor español de la llamada Generación del 98.
Si quieres ver monstruos, viaja por un pueblo en revolución.
Pitágoras (h. 582 a. C. - 507 a. C), filósofo y matemático griego.
Las autoridades no son verdaderamente lo que deberían ser. De ellas suele partir el desorden y el peligro. A veces es necesario un motín para restablecer el orden.
Rafael Barrett (1876 - 1910), escritor y filósofo-político español afincado en Paraguay.
La lucha por los derechos civiles nunca termina, y es responsabilidad de todos continuarla.
Ralph Nader (1934 - ), abogado, activista y político estadounidense.
La revolución es un arte que yo practico más que un objetivo que espero alcanzar. Y esto no es una fuente de desaliento; una causa perdida puede ser tan espiritualmente satisfactoria como un triunfo.
Robert Anson Heinlein (1907 - 1988), escritor estadounidense de ciencia ficción.
De los políticos solo podíamos esperar el engaño, la única revolución definitiva es la que hace el pueblo y dirigen los trabajadores.
El pueblo aprendió que estaba solo… El pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo y que de su propia entraña sacaría los medios, el silencio, la astucia y la fuerza.
Es posible que, al fin, me convierta en un revolucionario. Pero eso tiene un comienzo muy poco noble, casi grosero. Es fácil trazar el proyecto de un arte agitativo, virulento, sin concesiones. Pero es duro llevarlo a cabo. Exige una capacidad de trabajo que todavía no poseo.
Para los diarios, para la policía, para los jueces, esta gente no tiene historia, tiene prontuario; no los conocen los escritores ni los poetas; la justicia y el honor que se les debe no cabe en estas líneas; algún día sin embargo resplandecerá la hermosura de sus hechos, y la de tantos otros, ignorados, perseguidos y rebeldes hasta el fin.
Rodolfo Jorge Walsh Gill (1927 - 1977), periodista y escritor argentino.